
“Yo soy yo, porque tú eres tú, y tú eres tú, porque yo soy yo… Entonces, yo soy yo y tú eres tú”
-Ceberio, M. R. y Watzlawick, P. 1998
No hace mucho tiempo, escuchaba por la ventana a niños jugar con un balón, reían, pateaban y corrían, el balón pasaba de pie en pie, formando jugadas y emocionando a los jugadores; en algún momento el balón se ponchó, todos suspiraron y de entre los niños surgió uno que corrió muy triste y enojado, pauso un momento y grito “poncharon mi balón, ya no quiero jugar con ustedes”, pasaron los días y volví a escuchar risas y juegos, al asomarme, vi a aquel niño de la última vez, reuniendo a todos sus amigos, y les decía “Este será nuestro balón, si se poncha todos ponemos para comprar otro”.
¿En donde duermen las emociones?
Vivimos en una cultura que nos ha enseñado que una emoción es mía y de nadie más, nos han vendido la idea de que “piedras y palos podrán lastimarnos, pero las palabras no podrán herirme”, que podemos ser invulnerables a nuestro contexto, y tener emociones independientes de las otras personas, pero Celis Pacheco R. y Rodrigez Ceberio M. (2016) nos comentan que la identidad-realidad se construye en la interacción con los otros a través del lenguaje, es allí donde los proceso cognitivos y emocionales juegan un papel de autorreferenciación que señala que nos “definimos” a través de una recursividad con el otro, y el otro hace lo mismo. Este concepto resulta clave pues resuelve la dicotomía sujeto/entorno; nos propone que no se trata de tomar un polo, sino de observar las relaciones y el movimiento relacional que se genera; podría imaginarse como un flujo de información, inclusive como un circuito en el que se envía información, que solo es originada y adquiere sentido por el otro, y a la vez se recibe información que procesamos con una base de datos personalizada por nuestras experiencias. Considero que es en este flujo donde podemos encontrar la construcción de significados, mientras que en el procesamiento interno encontramos la permanencia y la contextualización. De esta forma podemos entender que nuestras emociones no son solo un reflejo del contexto en el que interactuamos, sino que están en un proceso recursivo donde estas adquieren sentido gracias al mismo, y a la vez, forman una realidad de este, la cual vivimos. Al verlo de este punto podemos comprender porque dos personas en un mismo contexto pueden significar la cuarentena de formas tan diferentes, y verse envueltas en emociones muy distantes.
Seres contextuales
El ser humano se significa en la interacción con otros, en un lugar y tiempo determinado, con la suma de sus experiencias como un marco de referencia, de esta forma, no somos los mismos en una situación determinada que en otra, esto apunta a un mundo de posibilidades, ya que existen tantas versiones de nosotros mismos como interacciones y vínculos se establezcan. El problema surge cuando no observamos en nosotros más allá de un conjunto de narraciones inconexas, y que se contrarían. De esta forma reflexiono que la terapia brinda un espacio en el cual se cuestiona la falta de conexión entre las narraciones, se contextualiza otra perspectiva del discurso, y se co-construyen nuevas narraciones que tendrán como consecuencia un cambio.
Dejar de ser juez, jurado y verdugo
Cuando entendemos este punto de vista, las emociones tienen una perspectiva muy diferente, y exigen medidas diferentes. Si visualizamos a una persona en una familia como el que siempre está enojado, triste, cansado, etc. Lo único que esperamos es que el otro se encargue de sí mismo, mientras que los roles son repetidos hasta la estereotipación, pero, si comprendemos que una persona tiene interacciones con tristeza con otra o con un sistema, podemos tomar acción al respecto, nos cuestionamos de qué forma estamos involucrados para que esa persona se sienta así. A su vez, esto quita un peso que hasta ese momento había sido inmovible que era llevar toda la expresión de una interacción por sí mismo, y la distribuye, permitiendo respirar y a los otros, saberse participes de ella.
Finalmente, me gustaría explicar que las emociones, analizadas desde la perspectiva anteriormente expuesta, son como nubes que vendrán y se irán, pasajeras, que algunas dejaran enseñanzas, y memorias, y otras simplemente desaparecerán, pero que a la vez se presentan en un cielo compartido, y las miramos en conjunto con otros, tal vez muchos compartirán la forma que vemos, y otros tantos tendrán otra imagen en mente, pero siempre podemos intentar describir lo que vemos y escuchar lo que los demás ven.
Por: David Martínez Becerra
Referencias:
Andrés, C. P., & Ceberio, M. R. (2016). Constructivismo y construccionismo social en psicoterapia. Bogotá: Editorial El Manual Moderno Colombia.
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