“Sin senda el viajero se perdería; es cierto, pero ¿quién se pierde, si no tiene destino?, nos encontramos no ante un viajero, sino un explorador; aquel que se adentrara en tierras desconocidas y saldrá de ellas con un mapa, aquel que forja su ser en cada acción que toma, aquel que es símbolo y es traducido por el mundo en el idioma de sus actos”.
¿Qué significa el cambio en la psicoterapia?
Una persona llega a sesión con una expectativa, llega con un deseo de encontrar un camino que le lleve a una diferencia en su vida, a veces se expresa como un fin de algún sufrir, otras como una oportunidad de “un nuevo comienzo”; nadie llega a terapia deseando que todo siga igual. Que surja una duda sobre lo incuestionable, y verlo ya no como única senda a seguir, permitirnos tomar otro camino, permitirnos inclusive, caminar diferente. Cuestionarse y cambiar son los ejes de un sistema terapéutico.
¿Quién conoce más de su problema que aquel que lo vive? Muchas veces llegamos al proceso terapéutico con la esperanza de que nos digan que hacer, que nos señalen un camino a seguir; volvernos agentes pasivos de nuestra problemática, pero la terapia requerirá lo contrario, requerirá que aquellos involucrados tomen consciencia de su inevitable implicación en la situación que les trajo. Requerirá que se reconozcan así mismos como aquellos a tomar rumbo y acción.
Cuando una persona o una familia llega a psicoterapia, se presentan muchas veces con una maraña discursiva, describen toda una historicidad de problemáticas y su necesidad de resolución, no obstante, todo cambio comienza por el primer paso; así, considero que un punto crucial de ello es la definición del problema; poder sentirnos cómodos y realizar la pregunta “bueno, y ¿Qué le trajo aquí?”. Considero crítico para el proceso terapéutico poder saber qué situación es la que más atañe a la persona que tenemos enfrente, poder discutir sobre ella, y no solo esto, sino también redefinirla; con ello me refiero a poder ver desde un ángulo diferente, desmembrar la problemática a sus partes; poder dejar de definirla como aquella abstracción inmutable, para traerla a un terreno en el que podamos interactuar con ella.
He aquí que llegamos a lo que atañe, la definición de los cambios en el proceso terapéutico. Con el problema aclarecido, y con una redefinición del mismo que lo vuelve accesible al cambio, surge la siguiente pregunta ¿Qué queremos que cambie? Esta pregunta no atañe a otro más que al consultante, debemos escuchar e intervenir para que podamos encontrar metas tangibles, y medibles, que nos permitan en retrospectiva, darnos cuenta del progreso que se ha realizado.
Como todo en el sistema terapéutico, la definición de los cambios deseados, será inherentemente un suceso co-construido, pero esto no significa que el terapeuta habrá de decirle al paciente lo que él quiere que cambie; por el contrario, y reitero la importancia de escuchar lo que atañe al paciente, no a nosotros, terapeutas; más bien, considero que el rol del terapeuta es permitir que el paciente refleje su mismo discurso, y escuche sus demandas de cambio, y no solo esto, el terapeuta debe presentarse diestro para intervenir y bajar estos objetivos a un terreno con el que se pueda trabajar. Así, el terapeuta habrá de hacer preguntas como “¿Y cómo notaras que este cambio se ha dado?”, “Si la problemática se resolviera, ¿Qué cosas serían diferentes?”, cuestionamientos claves, que darán un camino a seguir.
La importancia pues, de este proceso, se encontraría en que poder definir claramente los cambios deseados, y establecer como los reconoceremos, genera tanto en el consultante como en el terapeuta un sentido de dirección, un propósito y un fin, da estructura a la terapia, y finalmente nos permite reconocer y reflejar los avances que se han generado. A manera personal, considero la definición de los cambios y las metas terapéuticas, ya es de por si una intervención generadora de cambio, una metáfora que refleja posibilidades de resolución, que señala que efectivamente, si podemos hacer algo al respecto; que nosotros tenemos el mapa en nuestras manos y solo hacía falta mirarlo; una vez llegado a este punto, solo queda caminar y llegar al destino.
Por: David José Luis Martínez Becerra
Bibliografía:
Haley, J. (1980). Terapia para resolver problemas. Buenos Aires: Amorrotu
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